En pleno fragor de cosechadoras y empacadoras una temporada más el equipo de AMUS compila toda su experiencia y arroja un enorme esfuerzo para amortiguar uno de los impactos más directos y graves que soporta una especie en el viejo continente. El Aguilucho cenizo y su espeluznante declive denota la grave responsabilidad de saberlo y dejarlo ir. Es decir, se conocía hace diez años- eran más que predicciones- lo que iba a ocurrir de no cambiar las políticas agrarias y de no tomarse en serio y al pie de la letra la normativa ambiental que blinda la protección de esta especie y de su hábitat. Hoy, apenas dos décadas después, la trasformación del paisaje de secano es más que un insulto, la implantación de la agricultura industrial ahora más que nunca expulsa cualquier conato de biodiversidad en aras del fitosanitario y de una actividad agrícola robotizada, globalizada y mercantilizada. Por si fuese poco las aves esteparias como avutardas, sisones, aguiluchos, carracas, gangas... son las grandes olvidadas de unas políticas que se declinaron por la montaña, el litoral, o los grandes tótems de los vertebrados ibéricos. A pesar de todo y aun a sabiendas de la caducidad de unas acciones que no son suficientes, en Extremadura y bajo la ayuda de la Dirección General de Sostenibilidad de la Junta de Extremadura AMUS y otros grupos como el GEA continúan frenando un episodio tan dramático como real que supone la pérdida de cientos de pollos y nidos por motivos de la recolección del cereal. Bastaría retrasar por decreto solo 15 días la recolección para que la productividad de las colonias adquiriese cotas elevadas, volarían muchos pollos. Esto es una quimera.
Las imágenes corresponden a los trabajos de AMUS en el salvamento y protección de las colonias de esta especie en Extremadura. Nuestra organización cubre una gran extensión del sur de la comunidad y manejamos unas cifras de entorno a los cien nidos de esta especie.
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