Si, es aquella con razonamiento empírico en contra del oráculo o aquella otra con base científica ante lo exotérico o espiritual; aquella realidad que no se quiere ver porque no interesa, porque puestos a darle la razón no precisamente va a ser el abejaruco el que se lleve no el gato al agua sino la abeja a su curvado pico. Lejos de galimatías, la realidad es la siguiente: pretender solucionar un problema matando moscas a cañonazos. Es decir, evitar que los abejarucos se coman las abejas de las colmenas liándose a tiros con ellos. Ni los tiros, ni el empleo de aves de cetrería son medidas efectivas. Este problema nos recuerda a la “gestión” del lobo en ciertas áreas del Norte de España: a tiros. Nadie les dice a los pastores que las ovejas pueden estar solas en los collados y puertos de la montaña al amparo del lobo, porque es necesario meterlas en apriscos y protegerlas con buenos mastines durante la noche y aún así, cruzar los dedos entre otras cosas porque ya nadie quiere estar ese tiempo de hierba fresca durmiendo al lado del ganado en un chozo- y lo entendemos-
A nuestras colmenas no las vamos a flanquear con perros pero si con malla de sombreo por ejemplo, porque ni la incidencia es tan elevada ni el problema de las abejas son los abejarucos. La realidad incómoda es reconocer que los verdaderos problemas de las abejas son: las toneladas de productos químicos en los que navega la agricultura actual, la eliminación de las malas hierbas de los caminos y carreteras con glifosato o análogos, las escasas inversiones públicas en hacer un buen diagnostico y tratamiento de la patología que diezma la población, o el cambio climático, la sequía... Otra realidad y ya terminamos -también incómoda- ya la apuntaba Einstein cuando decía “que sin abejas apenas la vida duraría cuatro años”: sin polinización no hay hierbas, no hay plantas, no hay comunidades biológicas- tampoco nosotros los humanos-...
En Extremadura se permiten estas acciones y el abejaruco de la imagen, recién ingresado en el hospital de AMUS con una fractura en una de sus alas es un espectador sin voz, sin voto... de una gestión ineficaz, poco ecuánime y nada objetiva llena de intereses.
Utilizamos cookies propias y de terceros para el análisis de la navegación de los usuarios. Si continua navegando consideramos que acepta el uso de cookies. Ok Más información